El golpe de Estado fallido, liderado por el destituido jefe militar Juan José Zúñiga, ha puesto a prueba no solo la fortaleza de las instituciones bolivianas, sino también el carácter de su Presidente.
Frente a las acusaciones infundadas de Zúñiga, quien sugirió que Arce habría orquestado un "autogolpe" para ganar popularidad, el Presidente respondió con firmeza y claridad: "No soy un político que quiera ganar la popularidad con la sangre del pueblo".